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El autor finaliza el párrafo con este comentario curioso:
“Se sabe que en los principios de la fundación de Santa Cruz de Tenerife muchos vecinos cortaron maderas para fabricar sus casas en las llanuras de Añaza. Lo cual debió ser sin duda hacia la parte sur de la población donde hoy se han edificado molinos de viento, y aun es fama que una de las mas antiguas casas, que existe en la Plaza de la Iglesia, tiene en su fábrica madera cortada en aquel llano”.
Desde nuestro punto de vista geobotánico es indudable que los invasores se hallaron ante una vegetación potencial asimilable a los ta- baibales-cardonales actuales, donde las tabaibas dulces, las tabaibas amargas y los cardones, así como, los balos entre otros arbustos, algunos de porte arbóreo, serían mayoritariamente los árboles portentosos más próximos al perímetro costero. En la proximidad de las playas y en la desembocadura del barranco, la existencia de tarajales podría haber sido probable, así como, sauzales en los márgenes de las riberas de las aguas corrientes constantes del Barranco de Santos. Los acebuches posiblemente pudieron estar en las cercanías del poblado. La presencia de brezos nos parece un dato sorprendente.
La siguiente crónica sobre la incipiente ciudad de Santa Cruz a lo largo del siglo XVI se la debemos al relato del cremonés Leonardo Torriani (1560-) publicado en su libro titulado “Descripción e historia del reino de las islas Canarias antes Afortunadas con el parecer de sus forti- ficaciones” cuya primera edición data de 1593, obra traducida por Alejandro Cioranescu (1978). Conviene reseñar que la obra de Espinosa lista para imprimir en 1591 y la de Abreu Galindo terminada en 1602 pertenecen más o menos a los mismos años y según Cioranescu, admite la existencia de una fuente común de cierta envergadura para estas tres obras históricas. En agosto de 1584 desembarca Torriani por primera vez en Santa Cruz e inmediatamente sale rumbo a Santa Cruz de la Palma. Regresa de nuevo el 1 de diciembre de 1587 y per- manece en la villa hasta febrero de 1588 en que inicia una visita al norte de la isla. Dedicado principalmente al estudio del emplazamiento de las fortalezas de la costa de Añaza escribe referente a la ciudad “La villa consta de doscientas casas habitadas por pescadores y marineros”. En la imagen del plano adjunto en la citada obra se distingue bien el caserío. Sin embargo, la presencia de árboles y cultivos es inapreciable. Nuñez de la Peña cita el primer empadronamiento realizado en Tenerife para 1561. En este documento se señalan para la isla 17641 almas tocándole a la ciudad de La Laguna 7220 y a Santa Cruz solo 770 habitantes.
En 1540 se había introducido la caña de azúcar como primer monocultivo de interés industrial y con toda seguridad algunos árboles fru- tales procedentes del área mediterránea. Los diversos ingenios y trapiches de la incipiente industria azucarera estaban establecidos en La Orotava, Icod, Taganana, Adeje y en el territorio de Chasna.
El siglo XVII fue desastroso para la isla y la Villa. Una terrible epidemia de peste seguida, según Desiré Dugour por “una nube de langosta se precipitó sobre las islas talando por segunda vez las campiñas. Las cercanías de Santa Cruz, sus huertos y árboles quedaron arrasa- dos”. Esta primera mención de árboles sin identificar y huertos nos hace pensar que con toda seguridad en el tiempo pasado, a pesar de la escasa fertilidad y escasez de agua del suelo agrícola santacrucero, cultivos de cereales, verduras y algunos frutales fueron sembrados